Es una suerte comenzar cada curso, todos los cursos, de la mano de quienes significan tanto para nuestra familia FMMDP: Francisco y María Ana. Ellos fueron abriendo la brecha delante de nosotros, para que nos sea más fácil avanzar.

Francisco y María Ana soñaron. Soñaron un mundo fraterno, donde todos seamos hermanos: hermanos para la hierba y la flor, para la luna, el lobo y el sol.

La búsqueda de la libertad fue su mejor logro. Supieron alzar sus alas sobre la tierra que les ataba y volar; elevarse sobre la rutina y el sinsentido de la vida en busca de la Luz, la Belleza y la Bondad.

Derrochando amor por todos los poros de su alma, queriendo “ante todo amar y alabar a quien los amó y eligió” sirviéndole en el niño y en el pobre en el leproso y en toda criatura.

La contemplación, su gran pasión. Sus palabras y su vida se tornan continua alabanza, continua admiración. Vibraban a cada instante desgranando una a una tanta grandeza de Dios y su creación: “Tú eres grande Señor Dios único…, Tú eres…, Tú… “

Francisco y María Ana, dos vidas, dos momentos históricos diferentes, un mismo deseo hecho realidad. Ellos son un don para nosotros, un don para la Iglesia, un don para la sociedad. Agarrémonos de su mano y soñemos, amemos y sirvamos, alabemos y seamos libres de verdad.

Así, sintiéndolos tan cerca, a nuestro lado, nos resultará más fácil vivir plenamente.

Unidas a tantos hermanos y hermanas,

preparemos y celebremos con gozo su fiesta

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