El viernes siguiente al Corpus Christi la Iglesia celebra la solemnidad del amor de Cristo salvador por los seres humanos, amor cuyo símbolo es su corazón.
Aunque la devoción al Sagrado Corazón se remonta a la Edad Media, la fiesta fue reconocida oficialmente en 1856 por el Papa Pío IX.
La devoción al Sagrado Corazón nos propone que seamos capaces de acercarnos a Dios más por el corazón, por vía afectiva, que por la razón.
El mandamiento nuevo de Jesús gira en torno al amor. Renovar la devoción al Corazón de Cristo es volver a la fuente de su mandamiento signo, para demostrar que no hay palanca más eficaz para elevar el mundo que el amor cristiano. No hay motor tan potente para mover la humanidad como amar al modo de Cristo. Pero hay que accionarlo. Si está quieto no mueve nada. Hay que ponerlo en acción. Hay que aplicarlo al muro de las injusticias para derribarlo. Hay que ponerlo en contacto con las miserias del hambre, el paro, el subdesarrollo, para que se traduzca en alimento, trabajo y progreso.
El amor del Corazón de Jesús hoy se llama solidaridad.
María Ana Mogas, mujer creyente del siglo XIX, vive profundamente la devoción al Corazón de Jesús. Su mensaje clave, resumido en el “Amaos” de la última hora y el lema “Amor y Sacrificio”, expresan la centralidad de su corazón en el de Jesús, hecho amor abierto y entregado en la sencillez de la vida cotidiana, en las relaciones fraternas y en la misión.
Su amor a la persona de Jesús se centraba en aquellas manifestaciones de la caridad de Cristo para con los hombres: la misericordia desbordante de su corazón.
El AMAOS de su Testamento es la síntesis de esta relación entrañable, amorosa y profunda que tuvo con el Corazón de Jesús.