La típica frase de “qué rápido pasa el tiempo” nos viene muy bien para comenzar a narrar un año de presencia en el Centro Residencial Jubileo 2000. Porque así ha sido, se nos ha pasado un año, casi sin darnos cuenta, sobre todo por la densidad de las vivencias.

Ha sido un tiempo de experiencias muy significativas. Hemos aprendido mucho del equipo de trabajadores del Residencial, personas con una gran calidad humana y profesional, que se entregan totalmente en el servicio a las personas más vulnerables. Aprendiendo de la profesionalidad de Cáritas en sus planes de intervención, que van más allá de solucionar un problema de vivienda o trabajo. Es la acción caritativa del Evangelio a quien lo necesita.

Luego están las familias y las personas a quienes está destinada la misión. Cada uno con sus historias, con sus límites, con sus heridas, con sus derrotas y con sus avances, que, desde sus vidas vulneradas por tantos factores, nos han acogido con alegría, con cercanía, con cariño.

Son muchos los detalles que recibimos en el día a día: la que nos comparte una comida de su tierra, la que nos envía unas galletas con la hermana que la visita, la que nos llevó una planta por Navidad, como la viuda pobre. Especialmente celebrar los avances, los pequeños logros o los grandes pasos.

Como suele pasar cuando uno cree que está dando, hemos recibido mucho más de lo que hemos dado. Nos anima la llamada de María Ana “a los pobres no los hagáis esperar”. Desde allí queremos seguir ahora, no porque solucionemos sus dificultades, sino porque es la forma de vivir el Amor y Sacrificio en este tiempo, desde nuestra pequeñez.

Solo nos queda agradecer

  • a las personas del Residencial,
  • a las hermanas de otras comunidades, que nos apoyan de diferentes maneras y
  • al Dios de la Vida por movernos hacia su Reino.

Galería de FOTOS