Hoy, 17 de septiembre, celebramos el octavo Centenario de la impresión de las Llagas, la tercera etapa (tras la aprobación de la Regla de Letrán y la Navidad en Greccio) en el camino de los Centenarios franciscanos. Su objetivo es ayudarnos a recorrer -y a menudo redescubrir– los últimos años de la vida de San Francisco.

Para Francisco de Asís fue un periodo de dolor y amor, caracterizado por un profundo deseo de seguir a Cristo y conformarse enteramente a Él.

El encuentro con el Crucificado el cual imprime en su corazón y en su cuerpo los signos del amor, es resumido por San Buenaventura de la siguiente manera: «el verdadero amor de Cristo había transformado en su propia imagen a este amante suyo» (LM 13, 5).

Celebrar como Familia Franciscana el Centenario de los Estigmas es una invitación a recuperar en nuestra vida cotidiana esa dimensión del silencio orante y contemplativo que nos sitúa ante lo esencial, que nos permite reconocer el deseo de infinito que reside en nuestro corazón, que nos permite escucharnos a nosotros mismos, a los demás y a Dios.

“De las heridas, la vida nueva”: Después de haber recibido las sagradas llagas, Francisco se dirigió a los pobres, a los enfermos y a los necesitados para tocarlos, para transmitirles el amor divino. Recordar y celebrar al Pobre de Asís tocado por el Crucifijo nos impulsa a salir de nosotros mismos para «tocar la carne sufriente de Cristo en los otros» (Gaudete et exsultate, 37) y al mismo tiempo dejarnos tocar y desafiar por las numerosas situaciones dramáticas de dolor y sufrimiento en las que se encuentran inmersos tantos de nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo.