Conclusiones sobre la reflexión del nuevo horizonte de la CONFER, Casa Común de la Vida Religiosa en España: No, no es tiempo de pararse.
Las sociedades y los individuos envejecen y mueren tan pronto como el peso de las costumbres heredadas prevalecen sobre todos los intentos de renovación, que ha de realizarse dentro de las intuiciones originales y a los requerimientos de la vida actual.
A fin de cuentas, la suerte de cada una de las instituciones, sean las congregaciones o la propia CONFER, está en manos de sus miembros. No podemos esperar de los que tengan autoridad o de aquellos a los que se les ha encomendado una responsabilidad mayor soluciones prefabricadas que resuelvan los problemas que plantea la nueva realidad del mundo, la propia evolución de las congregaciones o de las instituciones al servicio, en este caso, de la vida consagrada. Para ello se hace necesario dejar de lado planteamientos excesivamente personalistas y afirmar (y apostar) por la colaboración de todos en la labor común. (…)
La Vida Religiosa en el mundo hoy
Nos preocupa lo que se vive hoy en nuestra sociedad. Hemos perdido referentes habituales y nos hemos quedado a la intemperie, esperando que alguien nos pudiera dar las agarraderas necesarias para volver a situar la Vida Religiosa en el mundo de hoy como algo sólido. Y resulta que todo esto se ha perdido.
Se han perdido modos, formas y maneras, pero no ha menguado la hondura que constituye la razón de ser de una vida entregada por causa de Jesús a la construcción del Reino. Esta causa llena toda la vida y es tan fuerte que lleva a algunas personas (nosotros, claro) a volcar su tiempo, sus ganas, sus recursos afectivos y todas sus fuerzas físicas y materiales a proponer en su vida y ante el mundo que Jesús es el Señor y llena todo lo que vivimos.
Acaso nos hemos rodeado de muchos agarres que dificultan que otros vean que lo nuestro es lo del Reino, que no tenemos otra preocupación que lo de Jesús de Nazaret, que eso “nos vuelve locos” de pasión por ello. Tanto, que entregamos la vida poco a poco, con ganas y sin arrepentirnos de ello.
Quizá es tiempo de buscar con humildad cómo traducir lo que vivimos para que otros lo entiendan y lo vean como algo valioso. Nos necesitamos todos para encontrar caminos, porque la gente nos necesita como referentes proféticos, sencillos, pero convencidos de un valor grande que tenemos: ser hermanos y hermanas y vivirlo abriendo nuestra fraternidad a otros. ¡Somos de Dios, para el mundo!
Camino inter
¡Mira que vamos dándole vueltas a la noria en este deseo de cómo querer avanzar! Y cuando queremos concretarlo, parece que la noria se vuelve loca y, como ocurre con los tiovivos, si van muy deprisa, lanzan a los que están en ellos fuera.
No digo que este camino sea una diversión: lo reconocemos, es duro porque, como oíamos en la sala de la Asamblea, hay que “dejar ir” y, abrir hueco, a “dejar entrar”. Permitidme que lo diga de otra manera: abrir caminos de intercongregacionalidad es hacer Evangelio. Sin más. Y si no lo hacemos, perdemos presencia en el mundo de hoy y la gente nos podrá decir con toda razón: no me fío de vosotros, no veo que estéis presentando la Iglesia que Jesús quería.
Las formas de hacerlo pueden variar, pero las concreciones, por sencillas que sean, se deben ver. No se trata de “echarnos una mano” para concretar presencias u obras llevadas entre varias congregaciones. Se trata de algo más profundo: es hacer la Iglesia que Jesús quería. Los carismas propios aportan la riqueza y la plataforma de colores de esa comunidad de Jesús. Pero la misión es hacerlo vivo y real, creíble.
Ofrezcamos modos de colaboración (comunitaria, social, educativa, etc.) unos a otros, aunque sean realizaciones pequeñas, pero concretas que no tienen por qué durar eternamente. Estamos en períodos de echar a volar la imaginación. Pues eso, ¡dejémosla, y que pueda hacerse realidad! Pero no esperemos mucho tiempo que nos desgastemos si nos falta concreción.
Atención a mayores
¿Hemos caído en la cuenta de que la expresión inicial de nuestra vida religiosa, de cada uno de nosotros, ha sido posible porque otras personas, nuestros mayores, los que nos preceden, se han creído la llamada de Jesús, le han entregado su vida y nos han contagiado su apuesta?
Es verdad, han cambiado mucho las formas de expresarlo. Pero han sido ellos y ellas las que nos han conducido hasta aquí en cada una de nuestras congregaciones. Por eso, es un deber de justicia entregarles ahora tiempo y cuidados, sin hacerles de nuevo niños, sino adultos que deben vivir su vida madura. ¡Y ahí, hay que echar el resto, como hoy hacemos!
Pero también, qué bonito sería que aquellas congregaciones que tienen más posibilidades, que pueden ofrecer espacios para acoger a otros hermanos y hermanas de otras congregaciones, pueda permitirnos que la fraternidad se viva juntos, se haga una apuesta por lo “inter”. Quizá sea difícil, pero me parece que resultaría muy bonito. Y no solo por su belleza significativa, sino evangélica. ¿A ello vamos?
Estamos en un tiempo interesante, con ganas de que no pase en balde, para echarle creatividad y hondura a la vez. ¿Vamos a dejar que se enfríe lo que hemos dialogado?
Jesús Miguel Zamora, FSC. Secretario General de la CONFER