Acabamos de celebrar con perspectivas de universalidad cristiana y de humanidad fraterna “el tiempo de la creación” en el que el Papa Francisco nos invitaba a preguntarnos y dejarnos interpelar en el deseo de construir una casa para todos.
Nos hemos sentido llamados, una vez más, a soñar y desear la renovación del Oikos –la casa- de Dios. La cumbre del cambio climático reciente nos ha dejado perplejos. Cáritas, tocada por este sueño eclesial y evangélico, desde siempre, se abre ahora con fuerzas y con ganas para seguir trabajando en el compromiso de tejer redes de comunidad, para seguir avanzando en la construcción de una casa verdaderamente común.
Necesitados de Adviento, de esperanza
La situación concreta y actual que vivimos refuerza ese deseo de evangelio. Las claves que hemos recibido tanto de la encíclica Laudato si, como de Fratelli Tutti nos lo están pidiendo y animando.
Nos encontramos en un momento de gracia, un verdadero Kairós. Hoy más que nunca los cristianos estamos llamados a vivir la dimensión profética de nuestro bautismo. A sentir la eficacia de un crisma vivo, con el que hemos sido ungidos como sacerdotes que entregan su vida para un mundo mejor; como profetas que alimentan de esperanza los momentos más difíciles de la historia; como reyes que organizan su compromiso a favor de una sociedad que debe estar regida por la compasión y la misericordia.
Ahora es momento de ser nudos en la red de lo común, hemos de salir a alta mar para echar las redes a otros lados y no permitir que nadie se ahogue en nuestras orillas ni en las de lejos. La marea está fuerte, pero nuestra fe está llamada a confiar en el que va con nosotros en nuestra barca, aunque esta parezca a veces que se va a hundir.
Aquí está nuestro Adviento, siempre nuevo, que viene a alimentar nuestra esperanza, nuestro corazón para renovarnos en la alegría del evangelio, para seguir creyendo en la comunidad de los hermanos.
Ahora más que nunca estamos necesitados del Adviento. Ahora más que nunca tenemos que gritar con toda la creación y con toda la humanidad: ¡Maranatha, ven Señor Jesús!
El fundamento y la razón de nuestra esperanza: Alfa y Omega.
La Ecología Integral como horizonte
En el pensamiento cristiano la relación cosmos, hombre y Dios viene transversalizada por la revelación divina como Dios creador, encarnado, crucificado y resucitado.
Nuestro origen, nuestro alfa, está fundamentado en el amor de Dios. Nuestro Dios creador se nos revela como Padre que todo lo que crea por puro amor. Así lo confesaba el pueblo elegido y así lo confesamos nosotros.
En el origen nos encontramos con el fundamento absoluto del amor que da razón de todo lo que existe, nuestro Dios creador es nuestro salvador, creación y salvación se interrelacionan y no son entendibles de otro modo para nosotros. Ese fundamento se nos manifiesta radicalmente cuando el creador, por el mismo amor, se hace criatura en la encarnación, en Jesús de Nazaret. Reconocemos la relación del absoluto con las criaturas en Cristo, sabiendo que nada de lo creado le es ajeno habiéndose él mismo hecho creatura en comunión de dependencia y de limitación, y así también de esperanza y de reino.
Tocada la realidad en un amor divino hasta la muerte en cruz, sabemos que nada nos podrá separar del amor de Dios que se ha manifestado en Cristo, ni a nosotros ni a la creación. Y el crucificado resucitado nos abre el horizonte del verdadero sentido de una ecología integral que se dice de modo trascendente.
Todo está interrelacionado
Todo está llamado a la vida y a la plenitud. Creemos en la resurrección de los muertos y en la vida del mundo futuro, por eso vivimos en continúo Adviento, preñados de esperanza. Por eso nos abrimos de corazón a la preocupación y al mensaje evangelizador del deseo de una ecología verdaderamente integral, en la que nada nos es ajeno, y en la que proclamamos desde lo terreno, lo humano y lo divino que todo está interrelacionado y debe estar interconectado.
Nos abrimos a un horizonte de plenitud, esperamos la llegada de ese Reino de la armonía y el gozo completo. Con estos presupuestos teológicos, necesitamos escuchar y acoger el grito de la tierra y el grito de lo humano como lugar de encuentro y de salvación.
La cuestión y la urgencia de la ecología integral, es clave esencial del sentido del Adviento. Es una cuestión fundamental para nosotros hoy:
“Dado que todo está íntimamente relacionado, y que los problemas actuales requieren una mirada que tenga en cuenta todos los factores de la crisis mundial, propongo que nos detengamos ahora a pensar en los distintos aspectos de una ecología integral, que incorpore claramente las dimensiones humanas y sociales.” LS 137
Ante la realidad se nos abre el corazón en oración y esperanza, el Adviento de lo nuevo
Nos aprietan, pero no nos aplastan… Sentimos el peso cansado de una historia que a veces nos rompe en el camino. Sentimos el dolor que dificulta la respiración de lo humano y de lo natural, pero nada puede acabar con nuestra esperanza.
La esperanza, ese valor fundamental para permanecer en la vida, la que viene con el Adviento de lo posible porque redescubrimos el amor y la fuerza de la justicia compasiva divina. Ahora es momento de sembrarnos en una historia que será nueva. Venimos con la experiencia del dolor y de la dificultad, pero con la savia del amor descubierto que permanece más allá de lo que nos provoca la muerte.
Hoy, más que nunca, tenemos razones para la esperanza y sentimos la responsabilidad de sembrarla y celebrarla con la humanidad entera. Hoy nos abrimos a este tiempo y a esta palabra que no deja rendijas a la desesperación y al desánimo. Ahora es el tiempo en el que no anunciamos éxito, ni siquiera progreso, pero sí fraternidad y compasión universal. Paz y armonía de lo común, somos una familia y toda la tierra es nuestra casa y lo será gloriosa.
¡Ven Señor, Jesús!
José Moreno Losada, en religiondigital.org