Mi experiencia de voluntariado comienza antes de su inicio. Bien, al menos para mí. Con los diversos cuestionamientos y las grandes dudas presentes como ¿Qué será que voy a encontrar del otro del país, para mí y para mi familia? Una tierra nunca antes habitada, y con eso, el miedo a lo desconocido. Siendo sincera lo que más escuché de mi familia y de mis amigos, que esta idea de viajar para el Norte de Brasil (Boa Vista) era una locura. Y una pregunta ¿Cuál es el objetivo? ¿Cuál es el propósito de ir a Boa Vista?
Siendo sincera, responder a estas preguntas me generaban incomodidad, porque llegaba a la conclusión que tal vez, el propósito aun no lo tenía tan claro o que tal vez no tenía ningún propósito. Yo no sabía responder, no sabía lo que me esperaba y mucho menos lo que iba a encontrar. A fin de cuentas, yo había sido admitida a un trabajo como profesora en la ciudad de Rio de Janeiro, tan solo un mes. El conflicto entre ir o no fue lo más desafiador, al final de cuentas sentía que tenía que vivir eso, mas no sabía si era mi impulso hablando por mí, o mi voluntad loca y desesperada de vivir que me llamaba. La única certeza que yo tenía era que quería vivir esa experiencia.
Buscando lugar donde hospedarme
Comencé a buscar locales para hospedarme y no conocía nada ni a nadie. Quería un lugar, como un hotel, al final de cuentas era una garantía de seguridad mínima, mas mis condiciones también no me favorecían. Al final, nuevamente fui arrastrada por lo que mi familia decía ser ¡una locura! Fue cuando me decidí.
El día 18 de agosto por la mañana decidí desistir, estaba triste y no tenía mucha opción. Siempre busco creer que cuando las cosas tienen que suceder, estas suceden. Nosotros no controlamos absolutamente nada. Mi familia sentía que esto era una locura, yo no encontraba un lugar para quedarme y todo estaba caminando en dirección contraria a lo que yo quería… yo no iba contrariar el camino que Dios preparó para mí.
Me conformé, avisé a mi tío (sacerdote secular), quien me estaba acompañando y la única persona que no encontraba loca mi decisión. El me pidió tener calma y esa noche hablaríamos. Esa noche el me mandó un audio y me dijo que había conseguido, que yo quedase con las hermanas Franciscanas. En un primer momento quedé pensando que yo quedaría en un convento; me asusté un poco, mas eso ya no me importaba. Yo solo quería vivir esa experiencia. Me pidió para que yo entrase en contacto con ellas, y fue cuando el día 19 de agosto, por la mañana mandé un mensaje y luego hablamos.
Encuentro con las hermanas FMMDP
Mi primer contacto fue con la hermana Sofia. Rápidamente me explicó todo vía llamada, por WhatsApp y nuevamente reanimó mi expectativa para viajar.
Estaba tan feliz, era una señal de que las cosas podrían volver a caminar por donde yo quería. Pero en realidad, las cosas estaban caminando por un lugar que yo no imaginaba y mucho menor de lo que yo pudiera imaginar. La vida me fue enseñando que no debo controlar nada de los planes de Dios, porque son muchos mejores y mayores que los míos, fue una confirmación de que las cosas, ocurren en la hora y en el momento cierto.
Mi viaje estaba marcado para el 25 de agosto, yo embarcaba con destino a Boa Vista. Llegué allá, me desperté en una ciudad calmada, organizada y pequeña. La casa de las hermanas Franciscanas era súper acogedora y totalmente diferente a lo que yo imaginaba. Una vez más pienso en los planes de Dios, yo pienso que Él planea mejor que yo. Yo tuve mi familia en Boa Vista. Durante todo el tiempo que viví ahí, las hermanas se convirtieron mis madres. Los voluntarios se convirtieron mis hermanos.
Y el trabajo me enseñó que yo puedo y debo soñar e ir más lejos. La verdad es que antes de toda la experiencia yo estaba perdida, sin saber qué camino seguir en mi vida profesional y en Boa Vista yo me encontré. Acostumbro a hacer broma de que encontré en el norte de Brasil, el norte para mi vida. El trabajo humanitario me permitió ser yo y amar lo que yo hacía más que todo y, sinceramente, nunca imaginé que amaría trabajar.
Una experiencia que cambió mi vida
Y en Boa Vista, eso encontré. A pesar que el trabajo era muy cansado, no me importaba salir a las 8 de la mañana y regresar a las 20 horas de la noche, porque tenía un propósito, un sentido tan grande y tan importante que yo siempre quería más. Fue la experiencia más bonita e increíble de mi vida.
Y como de costumbre sigo buscando sentido y motivos para tantas experiencias vividas. Eso porque, en el final de mi experiencia de voluntariado, yo ya no encontraba sentido regresar a mi casa ni sentido para mi vida, después de todo lo que viví.
La sensación que yo tenía, es que me quedaría un vacío y ese vacío llegó, escribir sobre esa experiencia es difícil para mí. Difícil porque yo percibí que yo no quería que fuera solamente una experiencia, más sí una elección para mi vida.
¡Boa Vista, me hace falta! Mi familia de Boa Vista dejó un vacío enorme. Y solo me resta esperar para comprender mi camino y quién sabe si un día yo pueda estar de vuelta, realizando este trabajo como un propósito bien estructurado y más maduro.
Con cariño, Isabela Ignacio