Se acercan los días de Pascua, días para sumergirnos en el misterio más profundo de un Dios que no se queda con nada, lo da todo, se da a Sí mismo hasta vaciarse.

Cada Gesto, cada Palabra, cada Movimiento, está cargado de una enorme densidad de vida y de entrega sin medida.

Cada día de la Semana Santa se convierte en una invitación a adentrarnos en el núcleo fundamental de nuestra fe y de nuestra vocación:

  • Lo esencial del reinado de Dios que Jesús vino a anunciar y a inaugurar: cómo se visibiliza la humildad, la sencillez, el no poder.
  • El amor hasta el extremo hecho servicio, cercanía, fraternidad se expresa en el gesto profético –y escandaloso- del lavado de los pies y en ese ofrecerse como alimento (“cuerpo entregado, sangre derramada”).
  • La dolorosa pasión como camino que no recorremos solos, sino con todos los sufrientes, incontables a lo largo de la historia, tan presentes en nuestro mundo, hoy, aquí, con Jesús y junto a Jesús, en medio de nuestra comunidad, tienen rostro y voz, grito y esperanza.

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