¡Jesús está vivo y camina a nuestro lado! “Las tinieblas no vencieron la luz”. La sociedad, la Iglesia y nuestra fraternidad necesitan escuchar este mensaje: somos portadoras de esta buena nueva. Ofrezcamos a todos, con generosidad la buena noticia que brota de la Pascua”.

Son algunas de las palabras con que nos animan la M. Rosario Sánchez y las hermanas del Consejo General, en una carta dirigida a nuestras comunidades con ocasión de la Pascua del Señor que se acerca:

¡Que Cristo, el que Vive, os conceda su Paz!

Al compartir hoy nuestras reflexiones con vosotras, partimos de la escucha de la Palabra de Dios, leyendo Mt 28,5 y Jn 1,5:

¡No temáis, las tinieblas no vencieron la luz!

La celebración de la Pascua en este año tiene como escenario días de conflicto y guerra en Ucrania y Rusia y en tantos otros países, que nos hacen ver que la paz comienza y continúa en el corazón de cada persona. Como seguidoras de Jesús, Hombre de Paz, guiadas por su inspiración, buscamos ser rayos de esperanza, en cualquier forma, que el Espíritu Santo de Dios nos lleve a trabajar, para ser portadoras de paz dentro y fuera de nuestras comunidades.

Estamos viviendo un tiempo de gracia, en el que nuestro Instituto, busca nuevos modelos de animación y gestión, e “intenta encarnar el carisma con fidelidad creativa” según la llamada de nuestro XXI Capítulo General: “A vino nuevo, odres nuevos” (cf. Mt 9, 14-17), que ha resonado con fuerza en este tiempo invitándonos a la conversión y al asombro.

La Iglesia nos anima a vivir el camino de sinodalidad. Quizás debamos fomentarlo con más intensidad y hondura, aunque ya estemos haciendo de esta escucha y encuentro, una experiencia de sinodalidad en la misión compartida y en la familia carismática.

¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino…?

Este es el camino, en el que Cristo Resucitado se nos acerca a cada una, como a las mujeres que le buscaban, como a los discípulos de Emaús, iluminándonos a todas con su Palabra y reavivando en nuestros corazones el fuego del primer amor: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lc 24,32). Este texto nos refresca la llamada al amor, a la misericordia y a la cercanía de nuestro Dios en todos los momentos de la vida, sobre todo en aquellos en los que la misma vida humana está amenazada. Aún cuando parecía que no había más motivos de esperanza, los hombres que se dirigían hacia Emaús reconocieron un rayo de luz, un motivo para vivir y renovar la esperanza.

El encuentro con Cristo Resucitado nos libera de los temores que nos inmovilizan, nos mueve a salir de nosotras mismas, de nuestras seguridades y comodidades, del “siempre se ha hecho así”, para retomar la vía del Evangelio, que siempre es nueva, porque tiene “Palabras de vida eterna”. (Jn 6,68)

El encuentro con el Resucitado se convierte en misión y anuncio que renueva la vida. ¿Qué es lo que deberíamos anunciar? Sin cansarnos, ¿qué es lo que hemos de proclamar con nuestra palabra y testimoniar con nuestra vida?

¡Que Jesús está vivo y camina a nuestro lado!, que “las tinieblas no vencieron la luz” (Cf Jn 1,5).

La sociedad, la Iglesia y nuestra fraternidad necesitan escuchar este mensaje: nosotras somos portadoras de esta buena nueva, ofrezcamos a todos, con generosidad la buena noticia que brota de la Pascua.

Que este año, en cada Comunidad, en cada una de nosotras, PASCUA sea una visible y contagiosa manifestación de Esperanza.

Que viváis esta PASCUA en el gozo pleno de la presencia de Cristo Resucitado.