El mes de junio la Iglesia lo dedica al Sagrado Corazón de Jesús, para que veneremos, honremos e imitemos el amor de Cristo a todas las personas. La fiesta se celebra el viernes siguiente al Corpus Christi.
Esta devoción por el Sagrado Corazón de Jesús, ha estado presente en la Iglesia desde el siglo XI, cuando los cristianos meditaban sobre las cinco llagas de Cristo. Se extendió especialmente en los siglos XVII y XVIII. Más tarde, en el XIX se propaga también la devoción por el Sagrado Corazón de María, cuya fiesta se celebra al día siguiente del Corazón de Jesús.
María Ana, mujer creyente del siglo XIX, vive profundamente la devoción al Corazón de Jesús, que refleja una fundamentación Cristocéntrica esencial.
En los cuadernos A y B aparecen con frecuencia referencias al Corazón de Jesús. Por otra parte, su mensaje clave, resumido en expresiones como el “Amaos” de la última hora y el lema “Amor y Sacrificio”, expresan la unidad y polarización de su corazón en el Corazón de Jesús, hecho amor abierto y entregado en la sencillez de la vida cotidiana, en las relaciones fraternas y en el impulso apostólico.
Todo ello nos conduce a intuir la intimidad de relación afectiva entre María Ana y Jesús y el sentido de pertenencia a un amor “único e indiviso”.
Su amor a la persona de Jesús se centraba, como fiel en enamorada, en aquellas manifestaciones de la caridad de Cristo para con los hombres
“…amaba de modo extraordinario al Corazón de Jesús…” (María de S.J. Campillo)
Un precioso testimonio relata con sencillez cómo y dónde celebraba María Ana la fiesta litúrgica del Corazón de Jesús. Es revelador de sus sentimientos y predilecciones
“…como la capilla era muy reducida y en Fuencarral había un hermoso Corazón de Jesús, religiosas y niñas íbamos a celebrar esa fiesta predilecta con una función de Iglesia solemnísima… Ese día, por entero, se pasaba allí con el más inexplicable encanto…” (Gloria Sánchez)
Este amor al Corazón de Cristo lo evidenciaba María Ana, incluso, en su correspondencia expresando en deseo oracional lo que en ella era un deseo profundo
“…el amor del Sagrado Corazón de Jesús arda en nuestros corazones y nos inflame de caridad.” (Carta a M. Vidal, 21 de marzo de 1880)
El amor que María Ana experimenta hacia la persona de Cristo adquiere su máxima expresividad y hondura en la manifestación del amor de Jesús para con los hombres: la misericordia desbordante de su corazón.
Leemos en sus escritos:
«¡Oh corazón de Jesús …! ¡Sed ya para siempre centro de mi corazón y de mi vida, y mi dulce amor por quien vivo y por quien muero!»
«He encontrado el corazón de mi Rey, de mi hermano, de mi dulcísimo amigo Jesús. ¿Qué más puedo apetecer en el cielo ni buscar en la tierra?»
«¡Dame de esa agua de que tu corazón es la fuente, para que jamás tenga sed!».
«Corazón de Jesús, fortaleza de los débiles, revestidme de vuestro poder».
El AMAOS de su Testamento es la síntesis de esta relación entrañable, amorosa y profunda que tuvo con el Corazón de Jesús