La comunidad de Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor, de Samos, cierra tras 27 años de importante labor social y Pastoral con las personas mayores del mundo rural.

Fueron pioneras en la ayuda a domicilio, acogieron a enfermos o ancianos que estaban solos y trabajaron también con los más jóvenes.

Llegaron a San Román de Lousada (Samos) en el año 1994, para ayudar a los mayores de la zona rural. Abrieron sus puertas a todos los vecinos del municipio, fueron las pioneras en la ayuda en el hogar, atendieron una Casa de Acogida e hicieron de su labor un servicio a jóvenes y ancianos.

Tras 27 años de labor social, las tres religiosas que forman la comunidad de franciscanas de Samos, Inés de la Fuente, Saladina Villaravid y Josefa Gómez, se despiden por motivos de salud y falta de nuevas vocaciones. Terminan esta etapa con gran pena por lo que dejan atrás, pero con la satisfacción del trabajo realizado y por el aprecio que la gente les manifiesta.

El “culpable“ de su implantación en Samos fue el sacerdote Miguel Gómez, quien ha tenido siempre la vista puesta en el mundo rural y en las necesidades de sus mayores.

Una vez creada la fundación O Noso Lar, presentó su proyecto a todas las congregaciones religiosas de Galicia en un encuentro en Poio, en busca de colaboración. Las Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor se interesaron por la iniciativa y, después de un largo debate interno, tomaron la decisión de abrir allí una comunidad.

Saladina Villaravid, Inés de la Fuente y Adela Arias, fueron las tres fundadoras, el 12 de enero de 1994. Se asentaron en la casa rectoral, que había sido restaurada por la fundación en Lousada, donde tenía su Sede. Comenzaba así una “misión compartida”.

Ayudar a los mayores del mundo rural con una perspectiva “integradora” y desde las dimensiones “asistencial, cultural y pastoral”.

Saladina, profesora y asistente social, natural de Antas de Ulla, no dudó en dar el paso. ”He venido con ilusión porque me ha gustado el Proyecto”, explica. Inés de la Fuente, de Atienza (Guadalajara), pidió un año de prueba en Samos, pero no tardó en decidir quedar, viviendo una experiencia “enriquecedora”, que compatibilizó con su trabajo como auxiliar de clínica en la antigua residencia de Lugo.

Ambas siguen formando esta comunidad con Josefa Gómez, una profesora de Toro-Laza, que se incorporó hace 19 años, que pone su acento en la intergeneracionalidad, desde la labor socio-pastoral.

Las franciscanas de Samos fueron recibidas con los brazos abiertos. Visitaron a los enfermos en sus casas y pusieron en marcha un servicio a domicilio para los mayores, que ha servido, además para detectar aquellos casos más necesitados.

Su hogar ha funcionado como vivienda de acogida temporal para personas enfermas, que necesitaban cuidados tras una operación o que estaban solas. Se les ofrecía un “trato familiar” y una salida de futuro, buscándoles una residencia u otro modo de vida.

También han trabajado mucho con los jóvenes, con campamentos durante 25 años. Se han hecho cursos de monitor, director de tiempo libre y de director de campos de trabajo.

En las fechas previas al carnaval, la sede de Lousada se convertía en un taller de disfraces y carrozas, llegando a formar grupos de hasta 100 personas en las comparsas. Éstas recogían siempre premio en su paso por Sarria y Monforte.

En 27 años dejaron muchos recuerdos, como las cenas de Navidad, con cerca, a veces, de 30 personas para que nadie estuviese solo. Recuerdan con fuerza el terremoto de 1997, cuando las hermanas y los vecinos se juntaron fuera, muertos de miedo.

El cierre de la comunidad se hará efectivo en los próximos días. Se debe a cuestión de salud y falta de nuevas vocaciones.

Como ya había sucedido en 2018 con las religiosas de la Asunción de Sarria, la salud y la falta de relevo vocacional motiva el cierre de esta comunidad. Con él termina también la presencia de las Franciscanas Misioneras en la diócesis, donde tuvieron casa en Lugo, Vilalba y Muimenta.

En Samos dispensaron acogida, confianza y desahogo. Fueron “la columna vertebral y los brazos abiertos de la FUNDACIÓN”, destaca Miguel Gómez, quien agradece “su entrega y esfuerzo.”

En cuestión de días, Inés se instalará en Madrid, Saladina y Josefa en Santiago de Compostela (casa de mayores). San Román no cierra. Sigue siendo la sede de la fundación y mantiene las comidas de Navidad para personas solas. Eso, sí, queda el “vacío” de quien tuvo una “presencia significativa”.

Despedida

“Todo lo que aquí hemos compartido nunca morirá”

Las hermanas, ”As monxas de Lousada” han comunicado su marcha a los vecinos el pasado sábado, en un día muy emotivo para ellas y para toda la parroquia: “Queremos dejar claro que lo que aquí hemos vivido, hemos compartido y hemos construido entre todos, nunca morirá”, escribió Josefa Gómez en un sentido texto de despedida, en el que no ocultó que se trata de un momento “muy duro”, pero que aceptan con “paz”.

La Tierra Prometida

Recordó también su llegada a Samos, cuando fueron llamadas a una “tierra prometida”, en la que sí han echado raíces. “Lo que aquí hemos vivido, dijo, permanecerá en estas religiosas “Más allá de la ETERNIDAD”

Publicado en el periódico El Progreso