Del 3 al 14 de junio, las hermanas del PPP, hemos hecho una experiencia en nuestras obras, en el Centro del Hospital de Gbèmontin, de Zagnanado y en el Hogar de niños con discapacidades.

Hospital Gbèmontin

En el hospital, hemos contemplado el rostro del Cristo sufriente. Hemos observado dolores, llantos y sufrimientos de muchas personas mayores, jóvenes y niños.

En la consulta, vimos que muchos han ido solo para curarse de enfermedades leves, pero otros que al verlos solo te preguntas si todavía hay vida allí. En la sala de cura de las heridas, nos hemos encontrado con situaciones que nos han destabilizado: heridas muy grandes, tanto en los mayores como en los niños, muchos dolores en los rostros de estas personas. Al mirar lavando las heridas y el injerto de la piel, imaginamos los dolores que puedan sentir, tanto que a veces no aguantamos mirar cuando la hermana arrastra las heridas; es muy doloroso.  Lo que ha llamado mucho nuestra atención es que, en medio de tantos sufrimientos, se sienten agradecidos.

Hemos notado que muchos enfermos son inocentes e ignorantes. Ignoran lo más importante, que es su propia vida. Piensan que su enfermedad es causa de brujería y tardan en llegar al hospital hasta que todo se pudre, o por falta de recursos, aunque allí pagan poco. Hay mucha gente que viene de Nigeria, con enfermedades graves.

En urgencia hemos visto y acogido personas que vienen muy angustiadas con los niños en estado crítico, unos por falta de dinero o por estar en un convento de oración durante mucho tiempo y después haber pasado por muchos hospitales sus últimas esperanzas están en nuestro centro. A veces vienen de lejos y por la distancia el niño ya llega sin respiración; es muy doloroso. Eso nos hace reflexionar mucho y los llevamos a nuestras oraciones. Al ver la sonrisa en el rostro de estas personas después de ser aliviados, nos llena de alegría también.

También hemos contemplado a los enfermeros que con tanta pasión hacen sus trabajos juntos a las hermanas, salvando vidas.

Con todo lo que hemos vivido, hemos visto que, también en nuestra vida personal y comunitaria, nos pasan situaciones en las que a veces tardamos en tomar decisiones o buscamos la solución donde no está perdiendo tiempo, o nos cuesta mucho dejar curar nuestras heridas. Cuando se tocan nuestras heridas, sentimos mucho dolor. Pero cuando aceptamos dejarnos transformar, hacer camino y curar nuestras heridas, aparece en nuestro rostro la sonrisa como acontece con estos enfermos. Y de allí llegamos a transmitir paz, alegría, esperanza, confianza… en nuestras comunidades.

Hogar de niños discapacitados

“¡Basta con permanecer una hora en la Casa de los Niños para saber que estos niños quieren vivir y ser reconocidos!” Padre Cristian. En el Hogar nos hemos encontrado con niños en distintas situaciones que quieren verdaderamente vivir, ser reconocidos y sobre todo aceptados.  En el Hogar hemos participado en muchas actividades, como fisioterapia, ayudar a los niños a caminar, juegos de despertar, juegos de entretenimiento, asistirlos en la escuela donde estudian los que han sido rechazados en las escuelas de la sociedad.

Estar con estos niños nos llena de alegría y de gratitud. Son muy cariñosos e inocentes, ajenos a su situación, juegan, intentan caminar, se caen, se levantan sin rendirse, aunque algunos tienen miedo de hacer estas experiencias.

Durante los días que hemos pasado en el centro, hemos encontrado situaciones de desesperanza, angustia, impaciencia… en las madres. Ante la situación de sus hijos, en querer un resultado rápido, brotan en ellas sentimientos de desesperanza, vergüenza, miedo de ser rechazados por la sociedad y sobre todo por su familia cercana. Del mismo modo hemos visto que hay muchas que viven esas situaciones sin apoyos económico ni moral de sus maridos, como que son las únicas que causan la deficiencia de sus hijos. Sin embargo, algunas reciben el apoyo de sus maridos y familiares. Entre ellas, las mamás se desahogan, se animan, se confían unas a otras, cuidan la casa…

Los colaboradores del centro son personas cristianas que trabajan en la reeducación de los niños con cariño y ternura enseñando a las madres, para que cuando salgan del centro puedan hacer lo mismo con sus hijos en sus casas. Su relación con las madres crea un ambiente agradable y de familia, que permite compartir situaciones personales para desahogarse.

Confrontando estas situaciones con nuestra vida personal y comunitaria, hemos visto que muchas veces, nos comportamos como esos niños, nos ponemos contentas solo cuando nos sentimos queridas.

Crecer duele, trabajarse duele. Por eso a veces nos quedamos paralizadas con miedo, sin esforzarnos, no nos atrevernos a dar un paso y nos quedamos allí como estos niños que no tienen ninguna fuerza de voluntad. Nos quedamos allí sin dejarnos transformar y después llenamos nuestros corazones de envidias y malas intenciones. Pero cuando no tenemos miedo y permitimos caer y levantarnos, vivimos la vida con inocencia, tranquilidad y mucha paz, acogemos con paz nuestras imperfecciones y las de las demás y las trabajamos con ganas.

También a veces nos desesperamos como estas mamás. A veces en nuestra vida personal, no tenemos la paciencia de trabajarnos, queremos ya que todo sea perfecto, queremos un milagro.

También en la comunidad, no somos tolerantes, queremos que las cosas cambien ya de una vez. Olvidamos que todo es un proceso. Cuando no obtenemos el resultado que queremos personal o comunitariamente, nos quedamos desanimadas y frustradas y allí empiezan todos los vicios.

Damos gracias al Señor por seguir caminando con nosotras, al Equipo Formador por brindarnos la oportunidad de hacer esta experiencia tan rica e inolvidable. Y gracias a cada una de vosotras hermanas, por seguir acompañándonos con vuestras oraciones.

Vivir una vida consagrada alegre y creciente

Del 17 al 20 de junio, hemos tenido otro taller con la hermana Antoinette, OCPSP (Oblate Catéchiste Petite Servante des Pauvres), sobre el desafío de vivir una vida consagrada alegre y creciente, teniendo presente el sentido de pertenencia.

Una oportunidad para compartir experiencias de vivencias comunitarias y congregacionales.

En nuestro compartir de estos días, nos hemos dado cuenta de situaciones de la vida consagrada que nos animaron mucho a seguir caminando y otras que vemos hasta dónde pueden llevarnos nuestras debilidades. Por eso, nos sentimos invitadas a estar alerta, a trabajarnos días tras día para vivir nuestra vida consagrada con radicalidad.

Hemos resaltado algunos medios para seguir nuestro camino:

  • hablar con integridad,
  • hacer siempre lo mejor que podamos,
  • preservar la confianza que nos hacen, configurarnos con el Cristo que nos ha llamado,
  • cultivar el encuentro personal con el Señor,
  • dar testimonio con nuestra vida,
  • acostumbrarnos a leer nuestras constituciones para identificarnos con nuestro carisma y espiritualidad…

La hermana nos ha hecho dos preguntas que nos hicieron reflexionar mucho y tomar decisiones para nuestro futuro: quién somos y porqué hemos elegido nuestra Congregación.  Son meditaciones que nos ayudaron a purificar nuestras motivaciones y poner los pies firmes en el suelo para vivir el seguimiento del Cristo con radicalidad.

Ahora empezaremos otra nueva etapa en nuestro caminar: Desde 25 de junio al día 26 de julio, nos reuniremos con otros juniores de distintos Institutos para participar en la formación de la preparación a los votos perpetuos que organiza Mater Cristi, y que reúne jóvenes de Togo y de Benín.

Durante estos días, no vamos a poder comunicarnos con vosotros, pero estaremos rezando por todos y seguiremos confiándonos a vuestras oraciones.

Hasta pronto, hermanas y hermanos.

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