La sinodalidad hace emerger la dimensión constitutiva de la vida eclesial: caminar juntos.
Este movimiento nos anima a experimentar de manera cada vez más intensa la necesidad y la belleza de caminar juntas/os. Despertar a la Sinodalidad como dimensión constitutiva de la Iglesia, como a la forma peculiar en que vive y opera, favorece el diálogo, la participación y la corresponsabilidad, que articula todos los procesos, espacios y estructuras.
“El andar juntos por el camino con el fin de realizar el proyecto del Reino de Dios y comunicar el Evangelio incluye el detenerse, reunirse y estar juntos en asambleas para celebrar al Resucitado y discernir la voz del Espíritu. El principio sinodal está ligado a la presencia del Espíritu que vivifica a la comunidad” (Carlos Galli).
Para que este caminar se haga realidad, imploremos como pueblo una “fe sencilla” que se convierta en ritmo y melodía sinodal, notas de compasión y misericordia, que acuerdan con el sueño de Dios: que los diferentes caminen juntos, anunciando una verdad sinfónica y una unidad plural. En definitiva, se trata de soñar junto a tantas hermanas y hermanos, de que otra Iglesia es posible.
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