La pandemia sigue su cauce… y nosotras, mujeres FMMDP, testigos del Resucitado, ¡también!
La pandemia mundial nos ha “pedido” hacer cambios, re-organizar las agendas, utilizar las TIC, cambiar planes y vivir de modo “distinto”. Para nosotras, Hermanas Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor en misión de frontera en la ciudad de Boa Vista (estado de Roraima) en el extremo norte de Brasil, con nuestros hermanos y hermanas migrantes y refugiados, nos ha pedido “normalizar” la situación para seguir estando “a su lado” y ser cauces de Esperanza en medio de tanto dolor y lucha por la vida.
En Brasil sentimos cómo la pandemia asola miles de vidas humanas en un solo día y cómo la falta de gestión de los gobernantes asfixia vidas humanas con una cepa del virus tan agresiva como agresiva y asesina es la indiferencia que niega la realidad, el no cuidar de la población, evitando el distanciamiento social de las personas y tomando cualquier tipo de medida restrictiva.
Esto nos hace sentir cada día: que estamos en pandemia, como si no estuviéramos, con la sensación de no importar vidas humanas y conviviendo día a día con otras pandemias que asolan a nuestros hermanos y hermanas más vulnerables, agravadas ahora a límites insospechados.
Saturación en los lugares de primera acogida
Cuando se inició la pandemia hace más de un año, la frontera de Venezuela con Brasil fue cerrada a través de la Aprobación de una Ley. Sin embargo, los migrantes y refugiados venezolanos no han dejado de ingresar por los caminos ilegales, llamadas trochas. Caminan varios días para llegar a Boa Vista- Roraima, huyendo de la Policía Federal, que amenaza con la deportación, pues son considerados “indocumentados” y, por tanto, “sin derechos” de ningún tipo.
Esto está provocando una situación muy grave de miles de personas “paradas” en las ciudades fronterizas de Pacaraima y Boa Vista. Los lugares de primera acogida están saturados, con aproximadamente unas 2.000 personas, en su mayoría menores de edad y mujeres embarazadas, enfermos crónicos y desnutridos… sin contar con los lugares que “ocupan” abandonados y cuantas personas viven en situación de calle y en los abrigos (campos de refugiados).
Solo acceden a los abrigos- campos de refugiados- los más vulnerables de los vulnerables y tampoco así, reciben documentos de Brasil. Por tanto, no pueden trabajar, viajar o ser interiorizados, es decir, cambiar de Estado para buscar una vida más digna. En teoría, pueden acceder al Servicio de Salud gratuito, pero en la realidad es tan fuerte la xenofobia y la falta de medios que “quedan fuera” en condiciones dramáticas.
Desde esa primera ley a partir del inicio de la pandemia, han venido otras… sobre todo en el mes de marzo y abril de este año. Cada cual más contradictoria y negadora del reconocimiento de la dignidad y los derechos humanos. Denuncias reiteradas que se han ido produciendo de Instituciones de la Sociedad Civil, la Iglesia Católica y otras Organizaciones que nunca pierden el sentido profético.
Es de una profunda alegría estar en sintonía con esta Iglesia y vida religiosa de Brasil, que nunca se olvida de los preferidos del Señor y no tiene miedo a ser contagiada, si se trata de colocar en el centro la Caridad Verdadera, hecha gesto real y encarnado, compasivo y resucitador.
El Papa Francisco nos provoca también con sus “salidas y gestos proféticos” y nos invita a arriesgar y dejar nuestros lugares conocidos y controlados:
Invitadas a Ir a Galilea y “recomenzar”; sentir que el Señor nos vuelve a llamar en estos tiempos de pandemias. No cansarnos en las derrotas, pues ahí se trazan nuevas sendas, nuevos misterios cuando experimentamos el dolor, el hambre, la impotencia de hermanas y hermanos al no poder tener un lugar donde vivir, estar indocumentados, expuestos a ser deportados, sufrir exclusión…sólo por querer vivir y ser felices.
Invitadas a Ir a Galilea para “recorrer caminos nuevos”, movidas en la dirección opuesta a la muerte, al miedo, a la parálisis y al cuidado egoísta… Aquí experimentamos que sólo con otras Organizaciones, Colectivos, Iglesias, podemos sumar e intentamos acompañar a las familias –muy vulnerables que nos necesitan de tantas maneras. Puede ser el facilitar un examen médico, la compra de medicamentos, el pago de una habitación de alquiler, la alimentación básica, etc.
Sobre todo recorremos caminos nuevos cuando nos dejamos sorprender por el misterio de cada vida sufriente que se acerca a nuestro lado. Agradecidas por la confianza depositada en nosotras de personas bienhechoras e Instituciones como Ladesol, Cáritas de Santiago de Compostela, Misión América y Misión Franciscana Alemana (MZF), Roraima Energía de Boa Vista, que nos confirman que en nuestra fragilidad, somos cauces de Encuentro.
Salir al Encuentro de nuestros hermanos y hermanas migrantes y refugiados en tiempos de Covid supone una mezcla de miedo y alegría que se apodera de nuestros corazones. Miedo de correr el alto riesgo de contagiarnos del virus, pues nos encontramos muy expuestas diariamente y somos tres en la comunidad en un único y nuevo país. Y a la vez sentimos que no estamos solas, nuestra Familia aquí se agranda y nos sentimos “en casa”…
Experimentamos tan fuerte el clamor de los pequeños que nos armamos de valor utilizando todos los cuidados que tenemos a nuestro alcance, pues Él nos precede para seguir acompañando. Él nos invita a superar los obstáculos y compartir nuestra vida y nuestro destino como Hermanas.
Sea lo que sea lo que vaya sucediendo en nuestro día a día, nos sentimos enviadas y llamadas a abrazar “franciscanamente” buscando nuevos cauces para que ninguna pandemia evite una vida digna, humana y feliz. Él nos precede.
¡Feliz Pascua!
Con cariño de: Lidia, Yolanda y Sofía