El día 7 de mayo, sábado después del III domingo de Pascua, la familia franciscana celebra la Solemnidad de María Madre del Divino Pastor.

Fue el Papa Pío V quien instituyó canónicamente esta fiesta en honor de la Bienaventurada Virgen María, el 1 de agosto de 1795.

La devoción a María bajo el título de “Madre del Buen Pastor”, se propaga por España y América en la segunda mitad del siglo XVIII, bajo el impulso del beato Diego José de Cádiz, capuchino. El Papa concedió a los capuchinos de España que pudieran venerar como singular Patrona de sus misiones a la Madre del Buen Pastor, Jesucristo, poderosa mediadora entre él y nosotros, su pueblo y ovejas de su rebaño.

Imagen de la Divina Pastora ante la que oró María Ana

Raíces congregacionales

En nuestra historia congregacional, la referencia a María Madre del Divino Pastor ha estado siempre presente, orientando nuestras actitudes y relaciones.

Este título, que configura el estilo del Instituto, encuentra en Jesús Buen Pastor su realización plena. Por su relación con él, María ha sido considerada en la Iglesia y en la Familia Franciscana, Madre del Divino Pastor. En esta tradición enraíza nuestra Fundadora su espiritualidad mariana y la impulsa en la vida y estilo del Instituto.

El amor a María, Divina Pastora, marcó la espiritualidad y la vida de María Ana y, según su deseo expreso en su bendición, debe marcar también la espiritualidad de toda franciscana y ser presencia viva en cada una de ellas.

En fidelidad a este amor, que quiere transmitir a sus hijas, establece en la Congregación prácticas, días, momentos especialmente dedicados a la Madre. Prácticas que pueden cambiar en sus expresiones pero que deben mantener la fidelidad al amor primero, que no se manifestó fundamentalmente en “devociones externas”, sino que estas, vividas con hondura, modelaron su vida en una continua conversión, para hacerla cada día más fiel a su Hijo, en obras y en verdad “Haced lo que Él os diga”.

La «Divina Pastora” en la familia de María Ana Mogas, hoy

Como continuadores de María Ana Mogas, participando de su carisma y espiritualidad, formamos una sola familia en la Iglesia. Cada uno, hermanas y laicos, vivimos el seguimiento de Jesús desde nuestra vocación y características personales, en las mediaciones por las que el Señor mismo nos conduce a lo largo de nuestra historia personal y la de nuestro Instituto.

Y en esta espiritualidad y carisma María, Madre del Divino Pastor marca un estilo, un talante. Unas veces lúcidamente expresado y deseado, otras solo vivencialmente intuido o seguido, incluso marcado en las costumbres congregacionales. Es mirando no solo a los orígenes, sino a la sucesión de la historia y bajo la nueva luz que los momentos presentes nos dan, como nos damos cuenta de por dónde ha ido y queremos que siga yendo nuestro estilo, desde las mismas referencias, pero con las respuestas adecuadas a las necesidades de cada momento.

Como María Ana, seguimos pidiendo su intercesión por toda nuestra familia, para que Ella siga siendo guía y luz, esperanza y modelo en fidelidad a Dios y al carisma, recreado hoy: «Mira compasiva y cuidadosa tu rebaño, no apartes de él tu maternal mirada…» (María Ana Mogas)

PDF – Consagración a María, Madre del Divino Pastor