La M. Rosario Sánchez, Superiora General de la FMMDP, nos envía la carta de felicitación con motivo de la festividad de María Madre del  Divino Pastor. Un mensaje en el que una vez más nos invita a buscar y ser signos de esperanza.

Vivir la Pascua cuando la vida está amenazada…

 La celebración de la Pascua, este año, ha tenido como escenario un mundo angustiado por la difusión del coronavirus. Esta pandemia nos ha suscitado temor, angustia y un sentimiento de absoluta impotencia. Las imágenes de enfermos que mueren solos, sin ningún contacto físico con sus familiares, nos han consternado.

En este escenario de pandemia mundial, Cristo Resucitado se acerca a cada una de nosotras, iluminándonos con su Palabra y reavivando en nuestros corazones el fuego del primer amor: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lc 24,32). Este texto sobre la resurrección sirve como una poderosa llamada al amor, a la misericordia y a la cercanía de Dios en todos los momentos de la vida, sobre todo y más aún cuando la misma vida humana está amenazada. Así lo vivimos también nosotras, como los discípulos de Emaús, con el corazón destrozado, la mente confundida y sin esperanzas. Pero ¡no es posible apagar la esperanza!, incluso ante circunstancias abrumadoras, los discípulos mantenían abierta la posibilidad de que Dios puede crear algo nuevo.

En el silencio de estos días meditamos profundamente en la fuerza mortal del covid-19 que ha tenido la capacidad de acobardarnos, de romper nuestros modelos de vida, de hacer que la desolación y las lágrimas llamaran a las puertas de nuestras casas.

Descubrir los signos de esperanza que siguen brotando

Nos creíamos potentes, fuertes, todo bajo control, pero una gran sombra estaba oscureciendo el mundo, la sombra del coronavirus, que evidencia nuestra vulnerabilidad, que no tenemos la última palabra sobre la muerte. Y cuando la tristeza comenzaba a envolvernos, cuando el miedo nos atenazaba, hace su aparición ese otro virus mortal, el virus de la economía, que aparecerá en el día después. Y es en medio de esta realidad donde brotan los signos de esperanza: sanitarios entregados para que la vida triunfe, mujeres y hombres en sus camiones atravesando el silencio de las carreteras, para abastecernos de alimentos; personal de limpieza evitando que el virus se propague, policías y militares velando por todos nosotros; capellanes de hospitales ofreciendo su persona y regalando la Palabra de Salud y Paz, religiosos y religiosas dando sentido a la vida debilitada, trabajadores y voluntarios de Cáritas y de Cruz Roja dando de comer a los más pobres y acogiendo y dando calor en distintos centros, a los que estaban en la calle.

La esperanza que nos llega a través de los actos diarios de solidaridad y amor nos inspiran a mirar más allá de todo miedo, y a percibir la presencia de Jesús, que continúa diciéndonos las mismas palabras que a sus amados discípulos: ¡No temáis, las tinieblas no vencieron a la luz! (Cf. Mt 28,5; Jn 1,5)

Es el momento de preguntarnos:

Nosotras, FMMDP, ¿somos mujeres de esperanza? ¿Cómo podemos ser sembradoras de esperanza?

He expresado algunos signos actuales que a todas nos sobrecogen. Son gestos de gran esperanza en la humanidad que, tal vez, puedan cuestionarnos a nosotras, mujeres consagradas, atravesadas por la ternura y el amor de Dios, invitándonos a vislumbrarnos en un futuro, como mujeres maduras en edad, en fe y entrega. También capacitadas para ejercer la misión y el servicio que, en nuestra identidad de pastoras, despliegue vida con delicadeza, en pequeños gestos, con pequeños relatos.

Como María, Divina Pastora, acompañando a nuestros hermanos y hermanas

Y… cuando todavía resuenan en nosotras los ecos de la Pascua y en medio de la situación que vivimos, se aproxima la fiesta de María, Madre del Divino Pastor.

Celebrar esta fiesta congregacional nos lleva a reavivar el carisma recibido, pues ante la imagen de María, Divina Pastora, aprendemos a acoger a Jesús y estar atentas a su Palabra. También a ser humildes y sencillas, a confiar en la fuerza del Espíritu en nuestro servicio evangelizador, a acompañar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo en su camino de fe hacia el Padre.

Cuando no podemos acercarnos para felicitarnos, cuando tenemos que permanecer en nuestras Comunidades, suena con mayor fuerza la expresión: Permanezcamos con el cayado y el zurrón dispuestas para hacer el camino hacia la auténtica comunión.

Nos unimos en la oración para que María siga siendo nuestra Madre, guía y luz, esperanza y modelo de fidelidad a Dios y al carisma, recreado en el hoy desde el “Haced lo que Él os diga” (Jn 2,5).

¡Que vivamos un tiempo pascual lleno de esperanza y un feliz día de la Divina Pastora!