Entre la dura realidad de las cárceles y las personas privadas de libertad, y el ideal de abrir y liberar las prisiones, hay un largo camino que hemos de recorrer como sociedad y también como cristianos y hermanos de las personas encarceladas.

El mismo sistema en que vivimos genera injusticias, violencia y exclusión. Las cárceles son también reflejo de la desigualdad y la injusticia en la sociedad, en las leyes y los sistemas judiciales. Tampoco se puede olvidar que, en muchos lugares, la cárcel alberga muchas personas inocentes e injustamente condenadas, e incluso sin condena ni procesos legales, por motivos políticos, ideológicos, religiosos… o intereses de quienes tienen poder.

En esta novena estación nos centramos en las páginas 253-270, del libro de Xabier Pikaza, “El camino de la Paz. Una visión cristiana”. Solo cuando el tren de la vida no necesite parar en esta novena estación, porque está vacía; solo cuando las cárceles no tengan ya ninguna función que cumplir y se cierren por inútiles (y superadas), podremos afirmar que hemos vencido en la guerra de la vida de Dios, que se expresará al final en un mundo sin muerte (cf. 1Co 15,26).