Las hermanas FMMDP y todo el personal del Centro Gbèmontin, felicitan las fiestas y agradecen a todos los amigos y colaboradores del Centro la solidaridad y ayuda prestada en este año.

Queridos amigos del «Centro Gbémontin» y de «La Casa de los Niños»

No es fácil redactar una carta de fiesta a los amigos, cuando uno se siente abrumado por la responsabilidad de un Centro de salud que rebosa por todos los lados. Siente uno más la necesidad de descansar para recobrar aliento y fuerzas. Al mismo tiempo ¡siento vuestra presencia invisible, pero vital, en esta lucha diaria contra la miseria y el sufrimiento, y siento ganas de decíroslo!

¿Qué podremos sin vosotros, sin vuestro apoyo moral y económico? ¡Es nuestra obra común! Es nuestra casa común, como diría nuestro Papa Francisco. Es nuestra familia común donde todos somos solidarios, lo queramos o no. El futuro de nuestro mundo, de nuestra humanidad, es nuestro futuro común.

Es difícil de imaginar esta cantidad de sufrimiento y de miseria que tenemos que manejar un día de operaciones o un día de consulta. No tiene nada que ver con un hospital de Europa. Ahí todo está programado, ordenado, aséptico. No hay lugar para lo imprevisto. Aquí, por el contrario, no conocemos nunca qué pasará en el instante que sigue.

Incluso el porvenir de nuestro centro no nos está asegurado. El ambiente sanitario está revuelto en este momento en Benín. Habría que poner orden, está claro. Pero nuestros Centros, que atraen una parte grande de la población rural, no están «en las normas ». No entramos en ninguna categoría tomada de las normas europeas o americanas. Estamos a la espera, con inquietud, a veces.

Si un coche de policía o un coche oficial llega: ¡vienen para cerrar el centro!, o bien para traernos un accidentado o un quemado grave que ningún hospital vecino de referencia se cree capaz de acogerlo por falta de medios técnicos suficientes. Nosotros no tenemos más que ellos, pero el enfermo será atendido. Las autoridades lo saben.

¿No hay sitio? ¡Todas las camas están ocupadas! Poco importa: hay sito en el abrigo, sobre las esteras. Y los enfermos llegan en coche de Nigeria, simplemente “para ser curados”, aunque sea en la sala que no hay camas, sobre sus paños. Los pobres, los que no tienen dinero, tienen necesidad de nuestra presencia…, pero ¡no solamente ellos! La gente rica también pone su confianza en el personal sanitario que los miran, que los escuchan, que los respetan, que les sonríen y desdramatizan su mal.

        Sor Julia rodeada de los doctores Armand y Obed

Dos jóvenes doctores, recién salidos de la Facultad de Medicina, se han añadido a nosotros este año y descubren, poco a poco, este mundo donde el enfermo no es un «paciente», ni un «cliente», sino Yves, Houefa o Fati, y donde la angustia, a lo largo de las horas, es cambiada por la sonrisa, la alegría, la danza, incluso acostados en la cama. ¿El secreto? Simplemente, el enfermo sabe que no será abandonado, que será mirado y curado hasta el final, aunque y sobre todo, si es pobre.

Por tanto no es fácil hacer frente a toda esta miseria. Incluso para hacer entrar en el país un contenedor de medicamentos se convierte en una lucha angustiosa y estresante… Muy costoso, a veces, pues las formalidades son largas y el almacenamiento en el puerto se paga caro. El desánimo nos tienta, a veces, pero los enfermos están ahí y cuentan con nosotros: ¿podemos decepcionarlos?

Gracias a cada uno de vosotros de estar ahí, a nuestro lado para hacer posible lo imposible.

Gracias en el nombre de las 37.000 personas consultadas y de las 3.000 operadas durante el año pasado. Gracias de habernos permitido 80.000 jornadas de hospitalización y 15.000 curas en el año.

¡Que estos días de Navidad os traigan Paz y Esperanza!

Que el Nuevo Año, a pesar de las peripecias de los 365 días, sea para vosotros y para todos los que amáis, un Año de verdadera y profunda FELICIDAD.

Las hermanas Julia, Alphonsine, Nati, Grâce, Angèle y todo el personal del Centro Gbèmontin y de la Casa de los Niños de Zagnanado.