Roma será la sede del próximo Encuentro por la Paz
Una inmensa procesión, con varios brazos, se unió en el imponente escenario instalado en la fachada principal de la catedral de La Almudena. Al frente, el Palacio de Oriente. Entre ambos, representantes de todas las religiones del mundo, pensadores, políticos, filósofos, artistas… fundidos en un abrazo y en un llamamiento común:
«¡Dios no quiere la separación entre hermanos. Dios no quiere las guerras!»
Madrid se convirtió, durante tres días, en la capital mundial de la paz. Con la excelente organización del Arzobispado de Madrid y ese aroma a ciudad nueva, a paz posible, que impregna todo lo que toca la Comunidad de Sant’Egidio. Y el año que viene… Roma, en octubre, tal y como anunció el presidente de este movimiento, Marco Impagliazzo, en la ceremonia final.
Distintas religiones, unidas por la paz
Antes, distintas procesiones se unieron en una, procedentes de distintos lugares de Madrid, donde tuvieron lugar las ceremonias de oración de cristianos (catedral), musulmanes (en los locales de la catedral castrense), judíos (en Casa Sefarad) y representantes de las religiones asiáticas (en los patrios del acuartelamiento), que confluyeron en Bailén. Unidos, cantando, rezando, bailando, comprometiéndose, demostrando que juntos, la paz es posible.
Así se podía leer en el discurso de Impagliazzo, que apuntó que «hemos rezado en lugares distintos, porque distintas son las religiones». «No hemos rezado los unos contra los otros. No hemos rezado los unos olvidando a los otros». Ahora, todos juntos, gritaron «¡que llegue la paz, una gran paz por encima de las fronteras!».
Llamamiento de paz
En el ‘Llamamiento de paz‘, que se leyó como conclusión del evento, los asistentes consensuaron que «hemos rezado, hemos escuchado el lamento silencioso y el grito de quienes están excluidos del bienestar, en las guerras, en tierras donde ya no crece nada, como si ya no fueran hombres o mujeres como nosotros».
Tras exponer los riesgos, el manifiesto final se compromete a apostar por «el diálogo y la cooperación», porque «No podemos dejar detrás del muro de la indiferencia a los más débiles, a los golpeados por la violencia y el desprecio por ser diferentes, porque rezan y hablan en otra lengua». Tampoco, a los que derrochan el aire, el agua, la tierra y los recursos sin pensar en las generaciones futuras.
«Pedimos a todos, a los responsables políticos, a los más ricos del mundo, a los hombres y mujeres de buena voluntad, que proporcionen los recursos necesarios para evitar que millones de niños mueran cada año por falta de atención médica y para poder mandar a la escuela a millones de niños que hoy no pueden ir», añade el documento. «Sería un signo de esperanza para todos».
Bienaventuranzas de la paz sin fronteras
Como buen anfitrión, un emocionado cardenal Osoro, agradeció a los asistentes «tomar decisiones claras y apostar por la cultura del encuentro».
«Estos días vividos en Madrid -prosiguió el arzobispo- han sido un regalo, pues poder expresar lo que hace posible ayudar a dar vida, a darnos la mano, a poder ser protagonistas de la lucha activa desde el diálogo y el encuentro, evitando y luchando contra la división, las rupturas, los enfrentamientos, la violencia, la discriminación, la guerra…».
«Todos nosotros deseamos comprometernos y buscar por todos los medios, hacer comprender que la fraternidad es el fundamento y el camino de la paz», proclamó el cardenal de Madrid, quien regaló a los participantes unas nuevas Bienaventuranzas:
- Bienaventurados cuando escuchamos a quienes han sufrido en su carne la experiencia denigrante de la guerra, que muy a menudo viven a nuestro lado.
- Bienaventurados cuando descubrimos que la guerra constituye una grave y profunda herida que se inflige a la fraternidad entre los hombres, aunque se haga en lugares distantes a nosotros.
- Bienaventurados cuando ante tantos conflictos en el mundo, ninguno de ellos los vivo desde la indiferencia, sino que afectan a mi vida.
- Bienaventurados quienes se sienten cercanos a quienes viven en tierras donde las armas imponen el terror, la destrucción, y les hacen sentir su cercanía.
- Bienaventurados los que mediante la oración, el servicio a los heridos, a los que pasan hambre, a los desplazados, refugiados o viven con miedo, les hacen sentir su amor.
- Bienaventurados quienes convencidos de lo que significa la paz para los hombres, hacen llegar a cuantos siembran la violencia y la muerte, la noticia y la llamada a que renuncien al exterminio del hermano.
- Bienaventurados quienes asumen las vías del diálogo y el encuentro, del perdón y de la reconciliación para construir a su alrededor la paz y devolver la confianza y la esperanza.
- Bienaventurados quienes dedican la vida a hacer descubrir que el enemigo es un hermano al que tampoco podemos exterminar, sino que debemos convencer que no niegue el derecho a vivir del otro y de una vida plena para todos.
Dios nos habla a través de los migrantes
Finalmente, el padre Alejandro Solalinde quiso dar gracias a Dios «por una migración trascendente y única», pues «la migración de hoy es el principal signo de los tiempos.
Dios nos está hablando a través de ella».
«Los migrantes son también la imagen de la humanidad: una rica pluralidad que se desprende de lastres materiales para aligerar el camino», subrayó el sacerdote mexicano, quien añadió que, «como Iglesia, aprendemos de ellos que nosotros somos también peregrinos».
«Nos vamos motivados para construir con todos y todas, la paz como regalo precioso del amor de Dios y el esfuerzo de todos», culminó.
Y todos asentimos. Pensando, tal vez esta vez sí, que la paz es posible. Y una paz sin fronteras, ni muros, ni mares sin puertos en los que fondear. Una paz muy parecida a la que Dios soñó para todos.