Cuatro bombas y cuatro promesas de vida

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Comienza este Domingo, 1 de diciembre, el Adviento del año litúrgico 2020, y lo hace pasando de la amenaza del Juicio Final, con la destrucción del mundo, a la proclamación de la nueva y más alta esperanza, que se expresa en el nacimiento de la Vida, simbolizada en la Navidad de Jesús. Entendido así, el Adviento no es sólo un tiempo especial de liturgia cristiana, sino un tiempo universal de gozo y compromiso por la vida, como ha dicho el Papa Francisco en Japón.

Xavier Pikaza nos ofrece una reflexión sobre el Adviento con los cuatro temas principales del pontificado de Francisco, a quien presenta como Papa de Adviento. Parte de las palabras y gestos que acaba de realizar en su visita a Japón, del 22 al 26 de noviembre de este año. Desde ese contexto destaca las cuatro «bombas» del Adviento, que deben convertirse en camino de nueva humanidad.

1. Primera bomba y riesgo: la energía atómica.

Tarea de adviento: Convertir las espadas en arados

El Papa Francisco ha proclamado su mensaje de paz en Hiroshima y Nagasaki, pidiendo a las naciones un desarme atómico conforme, conforme a las palabras de la primera lectura de este Domingo 1 de Adviento (Is 2, 2‒4) y conforme al mensaje de Jesús, para convertir así las armas de destrucción en instrumento de paz (arados, podaderas), al servicio del cuidado de la tierra y de la comida y concordia entre todos los hombres.

Esta es la primera tarea del Adviento, no sólo para el pueblo de Israel o para la Iglesia de Jesús, sino para todas las naciones y las religiones de la tierra. En este fondo se sitúa de una forma muy concreta la primera palabra de Dios a los hombres, según Gen 2-4: “El día en que comas del fruto del árbol del conocimiento del bien-mal, ese día, morirás”.

El día en que intentemos explorar las posibilidades de nuestro conocimiento, aplicándolos a la estructura atómica de la realidad, para hacer la guerra y triunfar los unos sobre los otros, ese mismo día pereceremos.

Éste es el tema clave del Adviento, según Is 2, 2‒, el tema y tarea que el Papa Francisco ha proclamado al comienzo de este nuevo Año de Cristo 2020 como esperanza y exigencia de paz.

Vivimos, sin duda, en un mundo amenazado. La sabiduría de la naturaleza nos ha mantenido hasta el momento actual. No sabemos la sabiduría de nuestra cultura podrá mantenernos en el futuro, a no ser que cambiemos de un modo cualitativo nuestra manea de ser, como individuos, como grupos humanos, pasando de la lucha de todos contra todos, de la que habla el evangelio de este domingo, al situarnos ante el riesgo de un nuevo tipo de diluvio “atómico”.

Tarea de Adviento: La energía atómica, convertida en «bomba» sigue siendo el primer riesgo actual de la creación (de Dios y de los hombres). La tarea y esperanza primera de la humanidad actual será convertir esa «bomba» en principio y semilla de vida, al servicio de una humanidad fraterna, en amor y esperanza de vida (en camino de resurrección).

2. Segunda bomba y riesgo, guerra universal.

Tarea de Adviento: Aprender y comenzar un camino de paz.

La superación del riesgo “atómico” resulta inseparable de la “destrucción” de la guerra, tal como la planteaba Is 2, 2‒4. Una vez iniciada, la máquina de la guerra termina en Hiroshima y Nagasaki, como ha dicho el Papa Francisco en Japón. El único camino para superar la guerra y destrucción atómica es la superación de raíz de toda guerra, sea en su forma de violencia entre estados o entre grupos humanos, en línea más o menos “legal” o antilegal (de terrorismo).

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Sólo hay una forma de superar la guerra: El aprendizaje y camino de la paz, tal como Is 2 lo vincula con la “ley” mesiánica de Jerusalén, tal como Jesús lo formula en el Sermón de la Montaña (Mt 5‒7), tal como lo han propuesto otras religiones, desde el taoísmo al budismo. Se ha dicho que para preparar y mantener la paz hacen falta los ejércitos (si vis pacen para bellum). Pues bien, en contra de eso, tenemos que decir, con Isaías 2, con Jesús, con el Papa Francisco: Si quieres paz prepara la paz, es decir, la justicia, la concordia, el amor entre hombres y pueblos.

Ciertamente, hay riesgo de terrorismo sobre el mundo… y hay que buscar formas de superarlo, en un plano económico y social, educativo y religioso, económico y personal. En contra de un “terrorismo” particular, los privilegiados del sistema se defienden diciendo que el terror malo sólo se puede atajar con métodos de fuerza, con un tipo de “terrorismo o violencia legal”: más policías, más cárceles, mas seguridades exteriores. Pero de ese modo no se resuelve el problema, sino que se ensancha y profundiza. La humanidad sólo puede surgir y mantenerse en condiciones de libertad.

Si el control del sistema se hiciera absoluto cesaría el terrorismo de los marginales, pero acabaría con ello la libertad y vida humana: estaríamos condenados a movernos entre el riesgo del terror indiscriminado (con la destrucción del ser humano) o la creación de sistemas de seguridad cada vez más poderosos (que acaban destruyendo también a la humanidad). Optar por la vida implica optar por formas de vida en libertad y gratuidad, superando los riesgos de terror del sistema y de sus contrarios.

Tarea de Adviento. Sólo se puede superar la “bomba de la guerra” abriendo caminos nuevos de paz, en justicia y amor, en solidaridad económica e igualdad social. En esa línea, las grandes religiones, y en especial el judeo‒cristianismo han de entenderse y valorarse como “escuelas prácticas” de paz. Sólo un nuevo Nacimiento, una nueva Navidad puede hacernos hombres y mujeres de concordia, principio de una nueva humanidad.

3. Tercera bomba. Matar la vida del Planeta.

Del “pecado ecológico” al compromiso por la vida de todos en el mundo.

De esta “bomba” (que el Papa Francisco ha descrito en su encíclica Laudato Sí, (2015) ha tratado en especial el Sínodo para la Amazonía (del pasado mes de octubre 2019). Pues bien, el Papa Francisco ha vuelto a recordar la importancia de este compromiso ecológico en Japón, en este momento de “paso” entre el terror de la destrucción del planeta y la esperanza de la “nueva tierra”. Esta superación de la bomba, en línea ecológica, forma parte del programa de los profetas de Israel, cuando prometen la llegada de una tierra de fraternidad al servicio de los hombres, una paz entre el lobo y el cordero, entre los niños y la naturaleza (la serpiente etc.).

Hasta ahora hemos vivido quizá por “inercia de la vida”, por el gran deseo de vivir, por eso que el judío Espinosa llamaba con la Biblia el impulso o “conato” creador de vida. Pues bien, nos hallamos en un momento en que la destrucción ecológica puede llevarnos a la destrucción de la vida del planeta. En ese sentido, como dice el Papa Francisco, sólo podrá haber “adviento” de vida (nacimiento de Dios en la tierra) si es que nos comprometemos a defender y potenciar la vida.

Hasta ahora (año 2019), una fuerza inmensa que algunos pensamos que viene de Dios, viniendo de la misma raíz del cosmos, nos ha hecho crecer, asumir la libertad, vivir en un nivel de conciencia. Pero con la vida humana ha crecido el poder y la violencia mutua, el egoísmo de utilizar para nuestro capricho los dones de la tierra, hasta llegar a destruirlos, a través de la bomba que llamamos ecológica. Éstos son algunos de los signos de la destrucción ecológica, que ha sido evocados en el relato del diluvio, del que he tratado hace dos días (Gen 6-8) pero también, y de un modo más intenso, en el Apocalipsis. Hoy podemos encender (quizá estamos encendiendo la mecha de esa bomba):

  • Aumenta la chatarra volante de la atmósfera, dando vueltas a la tierra a velocidades inmensas… Si seguimos engrosando ese gran basurero de la «nube de deshechos» de “planetas artificiales errantes” podrá llegar un día (algunos dicen que será el 2056) en que se producirá un gran estallido mortal en la alta atmósfera, un daño irremediable para la vida del mundo.
  • Crece la polución, aumenta el calor. Los residuos tóxicos. No podemos romper a cañonazos la «bóveda» del cielo, que la Biblia interpretaba en forma de cubierta protectora, pero podemos calentarla y agujerearla con emisiones de gases que producen un efecto de cubierta de invernadero, que no sólo calientan la atmósfera, sino que la “polucionan”, de forma creciente, convirtiéndola en un espacio irrespirable, de manera que si seguimos así llegará el día en que no podamos respirar, de manera que la tierra se convertirá en un infierno…
  • Polución de la tierra. No podemos secar todas las aguas de los mares, pero podemos envenenarlos con residuos tóxicos de todo tipo, de manera que al fin será imposible la vida en el planeta… No podemos destruir la tierra, pero podemos convertirla en un desierto, si no mantenemos el equilibrio de las especies vegetales y animales.

Tarea de Adviento. La profecía de Israel, especialmente en Isaías y en los apocalípticos, habla de un tiempo universal de paz entre todos los vivientes, y en especial entre los hombres y los animales, en un mundo convertido en espacio abierto hacia la vida. Necesitamos en este contexto un nuevo Adviento ecológico, en la línea del Sínodo para la Amazonia. Sin este Adviento ecológico puede acabar la misma vida de los hombres en la tierra, de forma que no habrá más Navidad.

4. Cuarto bomba, última bomba, el cansancio de la vida.

En contra de esa bomba, es necesario potencias un nuevo y más alto deseo y gozo de vida.

De manera muy significativa, el Papa Francisco ha destacado en Japón la importancia del “deseo de la vida”, frente al riesgo inmenso de un cansancio de muchos, que podría acabar en un tipo de suicidio universal.

¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su vida, es decir, su deseo de vivir, compartir la vida en línea de amor activo o de compasión universal, como en el budismo? (cf. Mt 16, 26). Ésta palabra ha de entenderse no sólo en un sentido religioso trascendente, sino en un sentido vital muy concreto.

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Podemos tener casi todo, y perder el gusto por la vida, no sólo por los valores afectivos, sino por los valores artísticos y vitales, por el agua, por el viento, por la naturaleza, en el sentido del Cántico de las Creaturas del Hermano Francisco, en el sentido del Gozo del Evangelio (Evangelii Gaudium), proclamado por el Papa Francisco desde el comienzo de su Pontificado (año 2013).

El riesgo mayor de este mundo, empezando quizá por Japón, es ya el cansancio de la vida, que se muestra en la necesidad de fármacos y drogas que se consumen, en la cantidad de suicidios que se cometen.

No se trata de dominar técnicamente sobre el mundo, sino de aprender a gozar de su belleza, reconociendo día a día el valor de la vida y bendiciendo a Dios por ella. Dios está presente y actúa en el despliegue y en la vida concreta de los hombres, que se mantienen no sólo por deseo biológico y por otras razones de tipo material o familiar, sino también porque ellos mismos optan, es decir, porque lo quieren, pues en realidad, en el momento actual (2019), ellos podrían negar la vida y matarse (en plano individual y social, por suicidio y destrucción de la especie).

Los hombres podríamos renunciar a vivir, suicidándonos o negándonos a transmitir la vida. Por eso, en realidad, si ellos siguen (si seguimos) transmitiendo vida y vivimos es porque queremos, es decir, porque “queremos querer” y vivir, y transmitir la vida, en actitud de Adviento universal.

El mismo hecho de que existan padres que regalan su vida (desde la Vida de Dios) y que engendran gratuitamente, sembrando y recibiendo nuevos seres humanos, en libertad generosa y arriesgada, muestra que, en el fondo, aunque no lo digan conscientemente, ellos confían (confiamos) en el Dios de la Vida que se expande y regala por gracia.

Pues bien, si los hombres y mujeres pierden el gozo de vivir, y sólo se mantienen de un modo “artificial”, apegándose a cosas, queriendo sólo disfrutar con ellas, apoderarse de todo por la fuerza, terminarán perdiendo ese gozo de la vida y optando por la muerte (suicidándose). El Dios bíblico quiere la vida de los hombres. Pero, si nos empeñamos, por egoísmo y violencia, nosotros, los “poderosos” del mundo, por ansia de dominio y deseo de poder, podemos destruirla, matándonos a nosotros mismos, como sabía la Biblia.

Tarea conclusiva de Adviento. Frente a las cuatro bombas (atómica, social, ecológica y vital) ha de encenderse en este Adviento, con el Papa Francisco, un deseo y camino más hondo de Adviento, poniendo la vida (la energía atómica) al servicio del despliegue del amor la vida en el mundo, superando la guerra, cuidando la tierra y deseándonos en amor unos a los otros, abriendo así un mundo de resurrección.

Xavier Pikaza, en religiondigital.org