“¿Cómo ser una Iglesia sinodal misionera?” Esta es la pregunta básica de la que parte el Instrumentum laboris (IL) de la próxima sesión del Sínodo de los Obispos, prevista del 2 al 27 de octubre.
El IL, publicado el martes 9 de julio, no ofrece «respuestas prefabricadas», sino «indicaciones y propuestas» sobre cómo la Iglesia, en su conjunto, puede responder «a la necesidad de ser ‘sinodal en misión'», es decir, una Iglesia más cercana a las personas, menos burocrática, que sea casa y familia de Dios, en la que todos los bautizados sean corresponsables y participen en su vida en la distinción de sus diferentes ministerios y roles.
Entre los temas principales, se destaca la importancia del papel de la mujer y la necesidad de transparencia y rendición de cuentas.
El documento, dividido en cinco secciones, incluye una introducción, los fundamentos y tres partes centrales:
La introducción
Traza el camino recorrido hasta ahora, destacando logros como la adopción generalizada de la metodología sinodal de la «Conversación en el Espíritu».
La parte sobre los fundamentos explora la sinodalidad como camino de conversión y reforma, subrayando que la Iglesia debe ser signo de unidad, reconciliación y escucha, especialmente para los pobres y las minorías.
Comparada con la luna que refleja la luz, la Iglesia no debe ser autorreferencial, sino basarse en los vínculos y la comunión para la unidad de la humanidad, sin menoscabo de la autoridad confiada por Cristo a los pastores.
Además, el texto subraya la importancia de reconocer plenamente los carismas y la vocación de las mujeres en la Iglesia. Las mujeres, iguales a los hombres por el bautismo, deben ser consideradas en una perspectiva de relacionalidad, interdependencia y reciprocidad para servir a la misión de Cristo.
La primera parte del documento (n. 22-50)
Examina las relaciones con Dios, entre los fieles y entre las Iglesias, que son esenciales para una Iglesia sinodal en misión. Estas relaciones son vitales en un mundo que busca la justicia, la paz y la esperanza.
Las Iglesias locales, en particular, insisten en la importancia de unas relaciones auténticas y dinámicas, proponiendo nuevos ministerios como la escucha y el acompañamiento.
La segunda parte (n. 51-79)
Destaca la importancia de los itinerarios formativos y del discernimiento comunitario para tomar decisiones adecuadas y promover la participación de todos.
Se subraya el papel de la familia como comunidad de vida y amor, escuela de sinodalidad, donde todos tienen algo que dar y recibir (n. 55).
La transparencia y la responsabilidad son fundamentales para promover la confianza mutua y la corresponsabilidad en la misión común.
La tercera parte (n. 80-108)
Explora los lugares concretos donde toman forma las relaciones y los caminos de la Iglesia. Superando una visión estática y piramidal, el documento reconoce la variedad y pluralidad de las experiencias eclesiales. En este contexto, el diálogo ecuménico, interreligioso e intercultural es fundamental para el camino hacia la unidad visible de los cristianos.
El documento concluye invitando a la Iglesia a continuar su camino como «peregrinos de la esperanza», mirando también hacia el Jubileo de 2025. Cada pregunta del texto quiere ser un servicio a la Iglesia y una oportunidad para sanar las heridas de nuestro tiempo.